Me sorprendió, como sucede cuando un amigo, inesperadamente, se va. Y cada nota que leía ahora sobre él, me llevaba a un pasado que vivimos en estrecha amistad. Luego la vida nos separó, pero seguimos siempre siendo amigos. A Pepe me lo presentó Joe Montes, que igual que yo montaba una Victoria Avanti, la de él azul y blanca, la mía roja y negra.
Pepe tenía una Puch Moped rojo marrón, todas eran de 50 cc. Aunque ya debíamos habernos conocido, pues los tres estudiábamos en la HMA (año 57/58/59) pero no fue así, realmente era una escuela muy grande. Entre el montar en las motos y las novias, nos unía una pasión: las carreras. Luego se sumó otro amigo: Tony Garofalo, que andaba en una Moto Guzzi mayor que las de nosotros: tenía 73 cc.
Tony se sentía empoderado porque su moto era mayor y “debía” correr más. Hasta que una noche, tras acaloradas discusiones, probaron la Guzzi con una Victoria fantasma, preparada por otro Tony, apodado “El Clavo”, que dejó atrás a la Moto Guzzi y atónitos a todos nosotros. A partir de esa noche, apostamos por la Victoria Avanti.
Pepe trajo la noticia: habrá carreras de autos y motos en la Avenida del Puerto. Con partes de mi moto y piezas sueltas, armamos una Victoria Avanti. Joe compró el carburador grande Amal de 16 mm (traía uno de 12) y Tony arregló el tubo de escape. Cuando arrancó, Pepe le puso el número 40 (que nos pintó su papá en una placa) el mismo de Rafael “El Gallego” Cabrera, corredor de autos en alza donde Pepe trabajaba.
Y nos fuimos a correr. Ni éramos conocidos ni mucho menos favoritos, ya que había muy buenas motos, preparadas por su fabricante, y corredores célebres. Sin embargo, contra todo pronóstico, ganamos esa carrera y se hizo famosa a la Victoria Avanti. Pepe y Joe escribieron a Alemania y de la fábrica mandaron planos para preparar nuestra moto.
La familia de Joe emigró y lo perdimos. Pepe compró una Victoria Avanti y creamos una escudería con dos motos, con números 40 y 2, así como dos pilotos, Pepe y yo. Y corrimos y ganamos copas y medallas. Una tarde fue Pepe a verme para decirme que correría motos mayores, iba a vender la Victoria, pero solo si yo estaba de acuerdo quien sería el dueño.
Resultó ser Rafael “El Flaco” Ferrer, quien ya era parte del grupo. Tony se convirtió en un gurú de la mecánica que terminó apodándose Macabeo. Y yo, casado y con dos hijos, me dediqué a la mecánica y monté un taller de motos. Pepe se hizo campeón en la 175 cc y otra vez la vida nos puso lado a lado: yo también correría en la 175, pero no en el mismo equipo, ahora seríamos contrarios.
Fue en la actual Isla de la Juventud (antes Isla de Pinos). La moto de Pepe era una belleza casi duplicaba la velocidad de las demás. El experimentado amigo Benigno Jull (Nino), que corría también en la 175, dijo que la pelea sería entre él y yo, Pepe se iría delante. Y así fue, solo que la moto de Pepe se rompió y Nino y yo llegamos a la meta empatados. Finalmente gané por una rueda. Poco después, en San José de las Lajas, Pepe ganó y yo quedé en segundo lugar.
No corrí más, dejé la mecánica y me convertí en periodista. Y volví a ver a Pepe en el karting, donde clientes de la revista que dirijo, patrocinaban las carreras y tenían equipos. Una mañana vino Pepe y me dijo: mira a quien te traigo. No lo conocí. ¡Era el Flaco Ferrer! que ya de flaco no le quedaba nada. Qué alegría, almorzamos juntos. También vino Macabeo, para ver si era cierto que aún tenía mi Victoria Avanti. Nos hicimos una foto junto a la moto, en el garage.
Entre mis amigos de Facebook está Pepe, sus aventuras, premios y hasta reconocimientos, se publicaron en nuestra revista, web y redes sociales, lo último fue una actividad en el Museo del Automóvil. Su fallecimiento me golpeó duro y no pude callar estos recuerdos nuestros, desconocidos para la mayoría, en los que Pepe fue tan modesto protagonista como yo.
