Un modelo inusual dentro de Buick. Con niveles de calidad y performances superiores a sus estándares, su icónica “mirada a punto de echarse llorar” es única.
El Buick Reatta es un auto con muchas razones para ser una rareza. Corta vida, características técnicas, imagen inigualable, calidad de fabricación y significado histórico dentro de la marca.
Por historia.
A mediados de los años ochenta GMC decide dar un golpe de efecto y sorprender al mercado lanzando un biplaza en su marca Buick. Solo este hecho ya levantaría un alboroto tremendo, pues desde el Buick 46 de 1940 no sucedía tal cosa.
Es así que, en 1988 llega al mercado el Reatta, justo 48 años después y constituye un hito histórico. Hay que decir que General Motors puso empeño en el Reatta. Utilizó la plataforma GM-E, pero en versión reducida, la cual ya estaba probada en modelos como el Oldsmobile Toronado, el Buick Rivera o el Cadillac Eldorado. Ahora, se prestó más atención en la calidad de los materiales y en el equipamiento, así como en un mejor rendimiento general.
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Por desempeño y mecánica.
El núcleo del Buick Reatta era su motor V6, propio de la marca. Tenía 3,8 litros de cilindrada y entregaba hasta 173 CV de potencia y un par máximo entre 285 y 298 Nm, valores que aumentaron según avanzaba el año de producción. En esa época tenía los mayores avances tecnológicos al alcance de Buick.
Esa potencia se transmitía a las ruedas delanteras a través de una caja de cambios automática 4T60, de cuatro velocidades, a la que se le añadió después un sistema de control electrónico. La velocidad máxima se limitó electrónicamente a 201 km/h, y los consumos homologados eran de 8,7 l/100 km, en autopista, y 13,1 l/100 km en ciudad. La suspensión era independiente en las cuatro ruedas, con frenos de disco en ambos ejes, ventilados los delanteros, y ABS incluido. Todo esto era top en ese momento.
También por su estilo.
Tanto énfasis puso GMC en este modelo que lo mejor aún está por venir. El Buick Reatta resulta un coupé puro, de dos plazas y dos puertas, con 4.640 mm de largo, 1.854 mm de ancho y 1.300 mm de anchura. El “toque americano” lo pone su corta batalla y considerable voladizo delantero. Al inicio solo fue asequible con techo duro y, en el último año, llegó el convertible.
Fabricado en el Centro de Artesanía de Lansing, Michigan, ha sido un biplaza yanqui producido con más esmero y tecnología de lo habitual. Su imagen es fascinante, pues está definida por el empleo de faros escamoteables, un caso único en la gama Buick de entonces, ya que tapas y faros se movían al unísono. Al estar desplegados, le conferían una imagen “a punto de romper a llorar” que, unida a su corta vida de apenas 3 años, le hacen apenas un bebe dando sus primeros pasos.
Innovador y adelantado.
Pero las sorpresas del Buick Reatta aún no terminaban. GMC puso dentro tanto como por fuera y ofreció un interior de alto vuelo, adelantado a su época. La gran protagonista era la consola central, la cual albergaba el Centro de Control Electrónico ¡desde cuya pantalla táctil se controlaba clima, sonido y ofrecía datos de sus sistemas y sensores!
Para complementar se abandonó por completo la instrumentación analógica tradicional de agujas, siendo reemplazadas por indicadores digitales de pantalla LCD, todo lo cual era de absoluta vanguardia. ¡Era apenas 1988!
También Ediciones Limitadas.
Para rematar la faena, se produjo una serie especial de casi 60 unidades, con la designación Select Sixty, pintadas en color negro, tapicería marrón y el emblema “Sixty” pegado en el capó. En 1990 se repitió la edición, ahora con 65 unidades convertibles pintadas en blanco, una tapicería en colores rojo y blanco, posavasos y ruedas blancas de 16 pulgadas.
Epilogo.
La vida del Reatta fue corta, apenas tres años. En ese lapso se construyeron un total de 21.751 unidades. Buick no intentaría otro coupé hasta 2016, 28 años después, cuando lanzó el Cascada, pero se trata de un 4 plazas.
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