“Para ser rico, primero tienes que construir el camino”. Reza un ancestral proverbio chino con el que nos adentramos en la milenaria Ruta de la Seda.
Esta historia no inicia ahora, sino hace unos 2 300 años atrás, cuando mercaderes traían de Oriente la codiciada seda para los romanos. La ruta abarcaba casi todo el continente de Asia, unía Mongolia con China, el subcontinente indio, África, Europa, Siria, Turquía, Arabia y Persia.
De los grandes caminos de la antigüedad, probablemente ninguno era tan transcontinental como la Ruta de la Seda, nombre que, sin embargo, no le fue dado hasta el siglo XIX, cuando hacía ya tiempo que había caído en desuso.
Fue el geógrafo de origen alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen quien en el año 1877 acuñó el término por primera vez en su obra “Viejas y nuevas aproximaciones a la Ruta de la Seda”. La idea surgió debido a que era esa la mercancía más comercializada que circulaba por dicho trayecto, cuya fabricación, en los albores del siglo I, era un secreto que solo los chinos poseían.
La Ruta de la Seda, que conectó la ciudad de Xi’an con países de Occidente a través de tierra y mar, se convirtió en uno de los logros más significativos de la historia de la civilización del mundo. Las extensas caravanas cruzaron Europa y Asia, de China al Mediterráneo, no solo como nexo comercial y medio de transporte, sino además para las relaciones de negocios y los intercambios culturales entre el este y el oeste.
Pero esta historia no concluye aquí.
Hace cinco años, el gigante asiático propuso relanzar la Nueva Ruta de la Seda, ahora convertida en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, un proyecto global de transporte sin precedentes.
Un puerto en Portugal, el de Sines. Una ruta de tren a Madrid, la más extensa del orbe. Un gasoducto en Kazajistán. Una urbanización en Malasia. Una exposición artística en Dunhuang, en el oeste de China. Estos son algunos de los más de miles de proyectos que poco a poco se van incorporando y que no solo incluye carreteras, rutas ferroviarias, puertos, aeropuertos e infraestructuras de transporte.
La milenaria ruta renace como una revolución total en las infraestructuras de tránsito de pasajeros, mercancías, hidrocarburos y alta tecnología. A la ruta terrestre original, se le suma una marítima, con la que adentrarse por África, y otra transoceánica, con la que involucrar a Suramérica y conectar el Atlántico con el Pacífico a través de una línea ferroviaria.
La iniciativa todavía es un proyecto, pero con muchos adelantos y ya participan en ella, en diferentes grados de cooperación, un total de 125 países y 29 organizaciones internacionales.
La ruta de la Seda es así un puente entre el este y el oeste, entre la historia y el presente, un camino que lleva a muchos destinos… y aquí tampoco concluye la historia, ella sigue hacia el futuro.