Las buenas intenciones a la hora de crear una tecnología no garantizan su éxito entre el público. Una buena prueba de ello es el invento del reverendo neoyorquino Alfred Juliano. El preocupado pastor decidió, en la década de los cincuenta del siglo XX, que debía crear el "coche más seguro del mundo" y puso en ello todo su empeño. Desde luego, por el camino debió de perder su sentido de la estética y cualquier conexión con los gustos de la sociedad, porque el resultado no pudo haber sido más desastroso. Su creación, el automóvil denominado Aurora, nació y murió en 1957, ya que la empresa que creó se declaró en bancarrota después de haber invertido más de 30.000 dólares de aquella época en la fabricación de la monstruosidad que ha sido elegida en varias ocasiones como el coche más feo de la historia del automóvil.