A lo largo de Argentina, la ruta 40 sube montañas y baja a los valles, recorre bosques y desiertos, glaciales y volcanes, en medio de una paradoja natural —de paisajes que quitan el aliento— que solo nos pueden regalar los Andes.
Desde la Patagonia hasta casi la frontera con Bolivia, la ruta nacional 40 de Argentina «Libertador General Don José de San Martín» corre paralela a la cordillera de los Andes como una carretera de deliciosas yuxtaposiciones.
Inicia bien abajo, casi en la zona más austral del continente, de hecho su punto 0 se encuentra el Faro de Cabo Vírgenes, en la provincia de Santa Cruz. A tan solo 39 metros sobre el nivel del mar, su también punto más bajo es el comienzo propicio para un recorrido a través de los más insospechables parajes (que incluye entre las primeras paradas una pinguinera) y que concluye 5 194 km después, en La Quiaca, Jujuy, a la altura de 3 460 m (snm).
Conocida como la ruta de los Andes, atraviesa 21 parques nacionales, 18 ríos importantes, conecta 27 pasos cordilleranos con Chile y trepa (en el km 4 601) a casi 5 000 m snm, lo que la convierte no solo en la vía más alta de América, sino la segunda del mundo, únicamente antecedida por la de los Himalayas, en el camino hacia el Everest.
En su recorrido no todo son montañas: baja a los valles, cruza por 236 puentes, pasa por desiertos y bosques, se asoma a glaciares y volcanes. Es quizás de las rutas más exóticas del planeta.
A similitud de la Rute 66 para Estados Unidos (ExM 81), «la 40» se configura de algún modo como un emblema de Argentina. No es para menos si consideramos que cruza once provincias: Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Neuquén, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy.
A través de ella se puede acceder a El Calafate, cerca del glaciar Perito Moreno, a la Ruta del Vino en las provincias de Mendoza y San Juan, y en esta última, a los yacimientos de fósiles de dinosaurios. Nos lleva a las aguas termales en Catamarca, las Ruinas de Quilmes, los Valles Calchaquíes, los viñedos más altos del mundo en Cafayate junto a la Ruta del vino de Salta, el viaducto La Polvorilla que es cruzado por el famoso Tren a las Nubes y la Puna.
UNA RUTA QUE CAMBIA
El 3 de septiembre de 1935 la Dirección Nacional de Vialidad (DNV) difundió su primer esquema de numeración de rutas nacionales, en el que se encontraba la 40, con un trazado diferente al actual, sobre todo al norte del país.
De hecho no era una ruta, sino dos: 40 Norte y 40 Sur. Es por ello, que la céntrica esquina de San Martín y Garibaldi, en la ciudad de Mendoza, sigue siendo para muchos el punto cero, el lugar de encuentro de ambos tramos. Ahora es el km 2 900.
«Aquí comienza la Ruta Nacional 40. La Quiaca, 5 080 km», dice un cartel colocado en 2004 y azotado por el viento a los pies del faro de Cabo Vírgenes; más al sur solo queda el estrecho de Magallanes. Dice 5 080, pero modificaciones posteriores llevaron el recorrido hasta su dimensión actual. Pero más allá de la señal, un viajero puede quedar perdido pues no hay camino construido entre cabo Vírgenes y punta Loyola (el final de la antigua traza), por lo que en realidad, la vía comienza en el km 100.
En 2005, la DNV y su par jujeña firmaron un convenio por el que se traspasaron tramos de las rutas provinciales 85, 70, 74, 7, 64, 65 y 5 a la Nación para construir el llamado «corredor minero», que se convertía así en el nuevo recorrido de la Ruta Nacional 40 más hacia el oeste de la provincia.
Pero además de exótica, es una ruta por tramos peligrosa, que hacia 2006 solo estaba pavimentada en un 48%, especialmente gracias a las obras ejecutadas en Santa Cruz y a los cambios efectuados en el recorrido, que aprovecharon rutas ya asfaltadas próximas a la cordillera andina.
QUÉ PODREMOS ENCONTRAR EN LA RUTA Y OTROS DATOS CURIOSOS
El inicio es uno de los espacios más singulares de la 40, ahí está la primera zona protegida que recorre: la reserva provincial Cabo Vírgenes, con la segunda colonia de Sudamérica de pingüinos de Magallanes.
La primera ciudad que atraviesa está en el kilómetro 126, Río Gallegos, y el primer pueblo es 28 de Noviembre, desde donde se ven las elevaciones de la Cordillera de los Andes, a la que la ruta no abandonará más en los siguientes 4 700 km.
El logo de la ruta es, precisamente, el animal típico de la cordillera: un cóndor.
Cerca de 28 de Noviembre está el punto de la ruta más cercano al Pacífico: solo 21,7 km en línea recta hasta un fiordo del sur chileno. Ninguna otra ruta argentina se acerca tanto a este océano.
Parte de su recorrido se conoce como la ruta de los 7 Lagos, ese tramo atraviesa el Parque Nacional Lanín y va serpenteando entre los lagos Correntoso, Espejo Grande, Escondido, Villarino, Falkner, Machónico y Lácar, que llegan a ocho si sumamos el Nahuel Huapi.
También recorre la Ruta de los Seismiles, en la Puna catamarqueña y a los pies de casi 20 majestuosos volcanes coronados por el Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo y la segunda cumbre de América.
En la provincia de Mendoza se ubica la reserva provincial La Payunia, tan espectacular como poco conocida, con más de 800 conos volcánicos, es una de las zonas del planeta con mayor densidad de volcanes, un paisaje lunar coronado por el Payún Liso, de 3 715 metros.
Luego afrontará un tramo que en otros tiempos supo ser todo un desafío: los arenales de Guandacol y otro de sus puntos es el Campo de Piedra Pómez, uno de los paisajes más increíbles que se puedan imaginar.
En parte de los 42 kilómetros pertenecientes a Tucumán, están las ruinas de Quilmes, los restos del mayor asentamiento precolombino del país.
Su punto más alto es Abra de Acay, en Salta, con 4 952 m sobre el nivel del mar y Mina Pirquitas, en Jujuy, el pueblo a mayor altura (inclusive del país) con 4 271 m.
Casi al final del camino se encuentra el desierto blanco de las Salinas Grandes, que National Geographic distinguió entre los «17 lugares más salvajes y hermosos del mundo».
Fotoportada: https://www.lonelyplanet.es/