Un viaje entre dos islas donde el mar ha sido parte indisoluble de la vida en la hoy Isla de la Juventud. La navegación entre esa ínsula y Cuba ha signado el destino de los pineros.
El descubrimiento por los europeos
Cristóbal Colón, en su segundo viaje, avanzó por la costa sur de Cuba —aún con la idea de haber llegado a Asia— y encontró una isla el 13 de junio de 1494 a la que bautizó como San Juan Evangelista, nuestra actual Isla de la Juventud.
La isla se encontraba habitada por los aborígenes, quienes la denominaban de diversas formas: Sigüanea, Ahao, Camaraco, Guanaja.
La colonia, entre el olvido y la esperanza
Durante mucho tiempo, esa tierra se conoció como la Isla de los Piratas o Isla del Tesoro, pues el abandono que sufría por parte de los españoles hizo que la geografía isleña se convirtiera en guarida de corsarios y piratas que medraban del comercio hispano.
Personajes como John Hawkins, el holandés Van Caerden, el pirata John Oxman, el corsario Van Vyn, Francis el Olonés y Francis Drake la convirtieron en su refugio. La ínsula fue testigo de la primera batalla naval del continente americano, en La Sigϋanea, entre la flota inglesa al mando del almirante Thomas Baskerville, que había tomado el mando a la muerte de Drake, y la flota española al mando de Bernandino Delgadillo y Avellaneda, en 1596, donde vencieron los españoles.
El desarrollo de la colonización en la isla fue un proceso lento, en un panorama signado por la casi ausencia de medios de transporte y comunicación con la isla de Cuba, lo que afectaba el comercio y la industria local.
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A principios del siglo XIX, la navegación entre las dos islas se realizaba en débiles embarcaciones y no es hasta 1848 cuando el periódico Faro Industrial de La Habana anunció la puesta en marcha del pailebote Correo de Isla de Pinos, alias Rosa, que daría cuatro viajes mensuales entre Batabanó y Nueva Gerona, transportando carga, pasaje y ganado. Iniciaba así una nueva etapa en la navegación entre los dos destinos.
El 15 de septiembre de 1850, el vasco don Manuel Calvo Aguirre inauguró la navegación de vapor entre Cuba y su isla al sur, con una nave bautizada El Cubano, que hacía viajes una vez por semana, ida y vuelta, al precio de seis pesos oro por pasajero, e impulsó la economía de la entonces denominada como colonia Reina Amalia.
El siglo xx
El Protector fue el barco que recibió el siglo XX en la ruta Batabanó-Nueva Gerona-La Fé-Batabanó. Era un buque a vapor de rueda lateral, con un calado de metro y medio a dos, 40 m de largo y una manga de quince. Su velocidad promedio de desplazamiento era de 8 nudos.
La pesca siempre ha sido una de las actividades económicas fundamentales de la zona, para lo cual se utilizaban naves de todo tipo: goletas, bongos, guairos, balandros y chalupas.
A partir de 1903 hay un auge en la navegación, y en 1926 la Isle of Pines Steamship Co. importó desde Estados Unidos un buque que pasó a la historia con el nombre de El Pinero. Además de carga y pasaje, transportaba presos hacia las cárceles creadas en la isla, entre ellos a muchas de las personalidades más importantes del siglo XX cubano.
En la actualidad, el transporte marítimo entre la Isla de la Juventud (denominada así oficialmente desde la promulgación de la Constitución de 1976) y Batabanó se realiza por un servicio de catamaranes, una travesía de 3 horas que se pueden realizar a bordo del Bella Mar, el Iris, el Río Júcaro o el Río Las Casas.
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