
Mercury fue una marca de Ford Motor Co, en la época dorada de Detroit. Hasta el mismísimo Batman utilizó uno de ellos para llegar a la escena del crimen en la serie de 1949. Esta es la generación inmortal de Mercury: el Eight 1949-51.
En verdad, Mercury nació en 1939 y en sus primeros años sufrió una grave crisis de identidad, pues se concibió con la idea de ocupar el espacio de mercado entre Ford y Lincoln, las otras dos marcas de la compañía. La idea fue de Edsel Ford –años más tarde un auto con su nombre como marca sería uno de los mayores fracasos en la historia de la industria- que buscaba plantar cara a Buick y Oldsmobile. No todo fue color de rosa para esta extinta marca y hasta The New York Times llegó a publicar –parafraseando la película ”Rebelde sin causa“- una acida reseña: "Mercury: Una marca sin causa". En 1945 Mercury dejó de ser una marca propia, para unir fuerzas con Lincoln y crear la división Lincoln-Mercury. Ese mismo año, el Mercury Eight entró en desarrollo y sus ejecutivos cruzaron los dedos para que el público comprador finalmente asociara la confundida marca con Lincoln y no Ford.
Esta sería la prueba de fuego. Luego de la Segunda Guerra Mundial había un mercado ávido, si se lograba un producto de calidad se podía tener éxito. Por suerte, el El Mercury Eight, superó las expectativas de todos. Tanto fue así, que el despegue de este modelo rebasó a la marca ”privilegiada“ de la compañía –la Ford- llegando en sexto lugar en ventas nacionales en 1949 y repitiéndolo en 1951, vendiendo más de 301.000 unidades en su primer año. ¿Qué fue lo que el Mercury Eight hizo para ser una sensación instantánea? Para empezar, el Mercury Eight tenía ”el poder“. Su motor V-8 cabeza plana de 361 pulgadas cúbicas entregaba 110 CV y ponía al auto en solo 10,2 segundos en 100 km/h, una cota que aún hoy es casi estándar para la mayoría de los sedanes generalistas. Ninguno de los modelos de la marca Ford podía competir con eso, pues sus motores seis en línea no estaban concebidos para eso. Además, el Eight Full-Size era más largo, más bajo, y más ancho que otros coches de la época, algo así como un ”Lincoln Junior", que ofrecía un diseño novedoso, con atractivas curvas y muy asequibles con su precio base de alrededor de 2000.00 USD de la época.
Luego se hicieron algunas mejoras en las versiones de los años 1950 y 51, pero el carisma del primer Mercury Eight 1949, lo convirtió en un modelo inmortal. Desafortunadamente, la mercadotecnia no tenía los niveles de hoy y la compañía dejó de producir el modelo para 1952, cuando aún no alcanzaba su máximo de vitalidad. El Mercury era tan fácilmente personalizable que fue la característica más atractiva para los conductores de los años cincuenta, aunque la mayoría prefirió el modelo '49, a pesar de los intentos de mejorar el diseño en 1950 y 1951. Impresionante detalles cromados y la transmisión automática opcional Merc-o-Matic de tres velocidades no fueron suficientes para derribar el Mercury Eight '49 de su pedestal. Por ello, sería el coche perfecto para que, ya en 1955, James Dean lo utilizara en su mítica película, pues ningún otro reflejaba mejor el espíritu de su personaje. En ese punto todo coincidió: un film clásico, un actor que se convertiría en leyenda tras su muerte repentina, y un auto histórico, imposible de olvidar.