Es el peor mercado automovilístico de Estados Unidos en 28 años. Y sin embargo, Hyundai crece. No importa que la peor crisis financiera desde la Gran Depresión aporree la demanda de automóviles en Norteamérica hasta sumirla en un desplome del 39 por ciento en lo que va del 2009, contra viento y marea las ventas de la firma asiática han experimentado un alza porcentual de 4,9, que le ayudó a amortiguar su caída del 20 por ciento en Sudcorea, donde el Gobierno planea reducir los impuestos para estimular la demanda.
Comparado con el gigante japonés Toyota, cuyas ventas se han desplomado un 36 por ciento en Estados Unidos, Hyundai se beneficia, sin duda, de la competitividad de sus precios que ha potenciado las ventas del Sonata y del todoterreno Santa Fe, de 26 000 y 30 000 dólares, respectivamente, frente a los Camrys, de 28 000, y los 4Runner, de 39 000 dólares. Claro que las claves de su éxito trascienden el concepto de lo asequible, como bien demuestra el Genesis, el primer modelo de lujo de la marca para el mercado norteamericano, que conquistó los máximos lauros en el Salón de Detroit en enero.
Más allá, conviene destacar que la compañía presidida por Chung Mong Koo efectúa el 55 por ciento de sus ventas en los mercados emergentes, donde la demanda ha resistido la contracción global. En China, sus matriculaciones han subido este año en un 38 por ciento y en India, en un 13, debido en buena medida al peso que le confiere Hyundai a los vehículos pequeños, cuya gama representa un 64 por ciento de la producción global del conglomerado (incluyendo a Kia), la segunda mayor proporción entre todas las automotrices, solo detrás de Volkswagen.