Un prototipo tan extravagante como descomunal, un auto tan excesivo y único que resultara inalcanzable para cualquier otro fabricante: estas eran las metas principales del magnate heredero Rust Heinz (alimentos Heinz), y las materializó en el Phantom Corsair 1938.
Con toda la fortuna del imperio Heinz como respaldo, el capricho de un joven amante del automovilismo no era un imposible. Quería un auto de lujo desorbitante, porte magnifico y rendimiento superior. Algo así como un Titanic sobre ruedas. Y lo consiguió. A fines de los años treinta, contrató a los carroceros californianos Christian Bohman y Maurice Schwartz para crear el mayor mito jamás construido sobre una plataforma de automóvil. Escogieron partir del Cord 812, de concepción novedosa y triste fracaso comercial, justo por esos años. Como los recursos eran ilimitados, se utilizó el criterio extremo de diseño en ese entonces, sin escatimar en la selección de materiales. Toda la carrocería se construyó de aluminio, con refuerzos internos tubulares. La colocación del motor V8 Lycoming, y su escalamiento en potencia hasta los 190 CV, generaba bastante temperatura, por lo que se diseñaron unas generosas entradas de aire en el frontal, las cuales no resolvieron del todo el problema.
Todo el auto fue una soberbia demostración de criterio. Con las manos libres, los diseñadores fueron contundentes, y el estilo del coupe es de una aerodinámica radical, donde no hay concesiones al mercado. El Phantom Corsair posee un excelente perfil donde nada molesta al Sr. Flujo de Aire a su paso, unos faros en forma semi-oblicua, vertical, ideales para unos LEDs, si ya hubiesen existido. Se le incorporó todo el arsenal conocido entonces: dirección asistida, suspensión neumática y un sistema que emulaba una climatización, varios años antes de que el primer aire acondicionado para autos fuera una realidad. A pesar de todo, el coche sobrepasaba las dos toneladas de peso, pero los 190 CV eran más que buenos para lograr la pasmosa velocidad máxima de 185 km/h, en pleno 1938. En el año 2000, el Mercedes Clase E hacía 240 km/h con los 140 CV de su motor diesel de cuatro cilindros.
Producir este único prototipo costó 24 000,00 USD, en una época en que un auto rondaba los 1000,00 USD. La promoción comercial del coche, fue prolífica. Apareció en un anuncio a página completa en Esquire Magazine, fue usado en una película del director David O. Selznick, Popular Science le dedicó espacio y tuvo un stand en la World Fair de 1938. Con todo, era un diseño demasiado adelantado para su tiempo, y no tuvo el menor éxito. Como su alter ego de los mares, tropezó con un enorme iceberg –el desinterés del público- y naufragó, incluso antes de su primer viaje. A nosotros nos quedó su magnífica presencia, aún imponente.
Créditos
Jorge Esténger Wong