
Tras el exitoso estreno del Superb Combi en el último Salón de Frankfurt, quizá era solo cuestión de tiempo para que Škoda hornease esta nueva versión, con el acabado Greenline, en su planta de Mladá Boleslav, donde hace más de cien años que se dedica a la producción de vehículos automotores.
Como muchas otras marcas generalistas, el fabricante checo no se lo ha pensado dos veces para ir armando, poco a poco, una gama de modelos con menores consumos y emisiones, sobre todo ahora que el precio del combustible deambula por las nubes y que están en boga los incentivos fiscales a favor de una industria más sensible con el medio ambiente.
No en vano cabe esperar entonces su arribo inminente en algunos mercados europeos, adonde debe emerger como otro buen coche en todos los sentidos, del que podríamos destacar su ingeniería alemana y el diseño único (con la típica parrilla Škoda, el perfil en forma arqueada y la expresiva sección trasera), además del espacio y confort de su habitáculo, y las mejoras tecnológicas (HHC, ESP…) que aquilatan la dinámica de conducción.
Eso sí, frente al sedán, esta versión familiar mudaría el propulsor 1.9 TDI de 105 CV por otro de 1.6 litros, 105 CV, tecnología common-rail y filtro antipartículas, que añadiría, como en tantos otros productos del Grupo VAG, el sistema Stop&Start de parada y arranque. Cien por ciento a tono con esta ”línea verde“.