Con criterios radicales para EE. UU., el Tucker se reveló como todo un fenómeno y tuvo una popularidad “viral”. Conozca la historia de este fallido proyecto.
Orígenes
Imposible hablar de este auto sin esbozar a su creador, Preston Tucker. Relacionado con el automóvil toda su vida, se hizo policía entusiasmado por las mayores prestaciones de los patrulleros…y fue dado de baja por modificar repetidamente su vehículo. Luego, estuvo vinculado a los autos de competición Miller Spetials, con los que ganó 11 torneos de velocidad de Indianápolis en 15 años.
Proyecto y desarrollo
Pero a lo nuestro. Al terminar la guerra, Preston está lleno de ideas y funda la Corporación Tucker para crear un auto diferente, novedoso. Encarga su diseño a Alex Tremulis, padre de esa trilogía de oro que fueron el Duesemberg, el Cord y el Auburn, y ¡en solo seis días! el auto tenía forma definitiva. Solo se modificaron las luces traseras.
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El criterio rector fue la aerodinámica, con énfasis en la seguridad. Los resultados fueron inapelables, dignos de la era de computadoras y túneles de viento: Cx=0,27. Para dar una idea: el mismísimo Veyron reporta 0,36.
En seguridad se utilizaron criterios muy avanzados, enfocados en la integridad del habitáculo. Por ello tenía una estructura de refuerzo a su alrededor; parabrisas que saltaba hacia afuera en caso de colisión, ventanillas de vidrios templados, frenos de discos y suspensión independientes en las cuatro ruedas y panel acolchado.
Además, ubicaba los instrumentos bajo el timón, llantas de magnesio y sus luces causaron un revuelo inmenso. Sobre todo, su tercera luz frontal, ubicada al centro, que de inmediato se conoció como “Ojo de Ciclope”, en clara alusión al mítico personaje. Ella giraba cuando el auto lo hacía más de diez grados, y en su misma dirección. Se convirtió en todo un sello de identidad.
Mecánica
Aquí también había novedades. El motor se ubicó detrás –algo casi escandaloso para EE. UU.- y se acoplaba a una transmisión automática, con un convertidor de torque proveniente de Cord. Tucker quería disponer de su propio motor, de aluminio, seis cilindros opuestos con cámaras de combustión hemisféricas; inyección de combustible; válvulas a la cabeza; elevadores hidráulicos; cilindrada de 9,7 litros, consumo de 15km/l y no menos de 150 CV. Todo lo descrito hacía que, en su número de noviembre de 1947, la prestigiosa Mecánica Popular asegurara “…si el Tucker hace todo cuanto su constructor pregona, revolucionará la industria…”.
Sin dudas, todo pintaba para que el Tucker reventara el mercado de post-guerra. Entonces: ¿qué pasó?, ¿por qué el proyecto quedó como un mito inconcluso?
Todo y mucho más en nuestra próxima entrega.