En Beverly Hills hay un garaje muy particular, su dueño es un hombre de negocios, amante del mundo automotriz y de joyas que son reliquias.
Bruce Meyer es el afortunado, tiene una pasión y un hobbie bien caro: atesorar autos. Cada uno de los que posee, además de personalidad, tiene un pasado que lo atrapa y lo seduce o como él refiere: “el coche tiene que decirme algo”.
La mayoría son clásicos o de carreras, 5 ganadores en Le Mans, por lo que sería un sacrilegio tenerlos solo como muestras museables. Ellos gozan de otros beneficios, porque Bruce siente placer al conducirlos en circuitos, rallyes o simplemente salir a pasear.
Su garaje es una joya devenido museo. Al entrar te deleitas con los ejemplares y su estado de conservación. O te sumerges en las fotografías enclavadas que rememoran momentos inolvidables de los protagonistas exhibidos: un Alfa Romeo, un Duesenberg Model J one-off, el Porsche 935 Kremer, el primer Shelby Cobra de serie que se fabricó, un Bentley de 1929, un Ford Doane Spencer Roadster de 1932; un Mercedes-Benz 300 SC Cabriolet de 1957 y un 300 SL "Alas de gaviota"; un Ferrari 250 GT SWB Berlinetta, un 275 GTB/4 y un Testa Rossa de color plata de 1957. También está uno de los Corvettes Briggs Cunningham que participaron en las 24 Horas de Le Mans en 1960 y un Bugatti Type 57 Ventoux. Además de motocicletas de diferentes épocas y una lancha con motor Miller V8.
¿A cuánto ascenderá la fortuna de Bruce en 50 años con una de estas joyitas?