Las guaguas habaneras y sus ilustres antepasados

Creado: Sáb, 04/11/2017 - 12:22
Créditos
Leonel Nodal, Especial para Excelencias del Motor
Las guaguas habaneras y sus ilustres antepasados

Y no me pregunte de dónde salió, o cuál es el origen de esa palabrita que tanto da para hablar a diario y en especial su chofer, el ”guagüero“, unido a ella en cuerpo y alma.

Personaje inmortalizado en populares piezas musicales e infinidad de cuentos picantes, lo mismo recibe un sonoro ¡Gracias!, cuando para en el sitio preciso y espera a que suba hasta el último pasajero, o le llueven los improperios, si se pasa o deja botada a la multitud que lo aguarda.

En La Habana es así. Viajar en guagua siempre fue y sigue siendo una aventura diaria, repleta de sucesos curiosos, que hasta pueden cambiarle la vida, como caer en las redes de unos ”ojos brujos“, perder su parada y terminar en el altar o en una notaría.

Al parecer guagua es una palabra onomatopéyica, que reprodujo en su momento el sonido del claxon, otro instrumento automovilístico al que todavía a mediados del siglo pasado en la capital cubana se le llamaba ”fotuto“, cuando sonaba: guá guá!!!

Según cronistas, se afirma que los autobuses llegaron a Cuba en 1920, pero fue a partir de la década de 1950 que se generalizó su uso como transporte urbano o interurbano, cuando salieron de circulación los vetustos tranvías.

Las líneas férreas fueron sepultadas por el asfalto. Los autobuses (venidos del norte, lo que se nota en su propio nombre) serían símbolo de modernidad.

Compradas de segunda mano en Estados Unidos, usadas y remozadas, las hubo pintadas de blanco, lo que les valió ser llamadas ”enfermeras“, pero se impuso el término guaguas. Menos ruidosas y más cómodas que los tranvías mientras la amortiguación y los motores estaban afinados vino para quedarse.

Pasado el tiempo, el uso y el abuso, algunas de aquellas General Motors en edad de retiro, se balanceaban como lanchas en altamar y rugían como ballenas sofocadas subiendo la empinada colina universitaria por la calle San Lázaro.

Luego circularon ómnibus británicos marca Leyland. Tras el triunfo de la Revolución en 1959, se introdujeron las guaguas checas marca Skoda, las sobrias y elegantes japoneses Hino, las fortachonas españolas Pegaso, y ya en la década de 1980 nos casamos con las húngaras ”Ikarus“. Una tras otra sucumbieron en el duro tráfico habanero.

Hoy son las vistosas chinas Yutong las más visibles, junto a un buen número de bien dotadas guaguas dobles o  ”articuladas“ originarias de Europa, integradas en una compleja red de metrobuses.

Todavía se ven en el transporte intermunicipal, fabril y  escolar las guagüitas Girón, fabricadas en Cuba a partir de 1973 con chasis y motor rusas, que ahora tienen una pariente nueva llamada Diana.

Ilustres antepasados foráneos de la guagua

El transporte colectivo en la Villa de San Cristóbal de La Habana, ciudad portuaria y abierta al mundo, que en 2019 celebrará sus 500 años, posee muy ilustres antepasados, que vale la pena recordar.

Ciertas crónicas afirman que el primer autobús de motor a vapor de transportación colectiva comenzó a circular en Londres en 1831, obra del inglés Walter Hancock.

El 18 de marzo de 1895 Karl Benz, cuyo apellido da nombre a la firma alemana de automóviles, puso en servicio un vehículo con motor de gasolina.

La primera línea completa de bus, sin embargo, fue inaugurada el 11 de junio de 1906, en Francia. El término ómnibus surgió a propósito de la ubicación de la terminal de los vehículos frente a la tienda de sombreros Omnes. Ese detalle y ciertas raíces del latín, dieron a luz a Ómnibus, que significa todo para todos. Así son las guaguas habaneras: tienen de todo y para todos. Y siempre cabe uno más!

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Leonel Nodal, Especial para Excelencias del Motor