
La muerte sorprendió a Dennis Erickson, de 69 años, en 2015, y nadie sospechaba del tesoro que guardaba en su casa: una fantástica colección de autos en miniatura.
A mi modo de ver, su pasión por los autos creció desmesuradamente, a tal punto que pudiéramos decir que su casa “literalmente” estaba tomada por cada uno de ellos. 30 000 miniaturas te daban la bienvenida una vez que traspasabas el umbral. Se ubicaban en estantes o desde el suelo hasta el techo, en el vestíbulo, la cocina, la sala, el dormitorio y hasta en el baño. Todos en perfecto estado y cuidados con mimo. Un trabajo de un perfeccionista y de un hombre que vivía en solitario.
Se rumora que desde muy pequeño comenzó su pasión y su gran pasatiempo, que con el paso de los años se fue incrementando y aún después de muerto seguían llegando sus pedidos. Erickson poseía una de las colecciones más grandes de los últimos 60 años.
Su última voluntad fue que su casa y todas sus pertenencias pasaran a la iglesia de Minnesota, incluido los dos automóviles que poseía, un Ford Edsel 59 y un Rambler 66; el tercero, un Bonneville 77, se lo dejó a su amigo Glenn Lindell.