El principio de los años setenta marcó el despegue definitivo de Toyota como un fabricante de nivel mundial. Sus vehículos en aquel entonces eran modestos, casi espartanos, pero con una calidad superlativa, y lograron algo que veinte años atrás les fue negado hasta los mismísimos europeos: conquistar el mercado norteamericano. Uno de esos modelos épicos fue el Celica, y esta es su historia. Veamos.
La primera generación del Celica fue lanzada al mercado japonés a fines de 1970. Era un auto concebido para ser una alternativa más accesible frente a los coches deportivos de la marca, como el Toyota 2000GT. Presentado en el mes de octubre de ese año, en el Tokyo Motor Show, y comercializados en diciembre del mismo año, el Celica era un vehículo personal, pequeño, que hacía hincapié en el estilo y la diversión al volante. Con la mirada puesta en los grandes mercados continentales –sacudidos por los precios del petróleo y con una industria incapaz de responder a las exigencias de las nuevas regulaciones- el Celica fue ofrecido en tres niveles diferentes: LT, ST y GT. El primero fue equipado con un motor de cuatro cilindros, de dos tiempos, alimentado por un carburador sencillo. La segunda llegó con carburador de doble cuerpo. El GT era el modelo con mayor potencia, y disponía de un motor DOHC de 1,6 litros.
Se hicieron variaciones para el mercado norteamericano, donde el Celica llegó en 1971 con un motor de 1,9 litros y una transmisión manual de 5 velocidades. La transmisión automática se convirtió en una opción en América del Norte para los modelos ST y LT, a partir del año 1973. La fortaleza, durabilidad y rendimiento le abrieron el mercado y las ventas fueron importantes. En competencias, el Celica se destacó desde 1972, y ya en los ochenta y los noventa obtuvo varios títulos con los pilotos Juha Kankkunen y Carlos Sainz. Toyota dejó de producir el Celica en 2006.