La Macorina, una vida sobre ruedas

Creado: Sáb, 21/11/2015 - 13:21
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Tamara Gispert Galindo
La Macorina, una vida sobre ruedas

María Calvo Nodarse, es una de las figuras pintorescas de la urbe habanera de principios del XX, más conocida por La Macorina, debe su popularidad al hecho de convertirse en la primera mujer cubana y latina en obtener licencia para conducir un automóvil.

Esta joven mujer de belleza singular, según las descripciones de quienes la conocieron, escandalizó por muchas razones a la sociedad habanera de aquellos años. Su costumbre de pasear por Prado y Malecón en un convertible, de la marca Hispo-Suiza, quedó inmortalizado en no pocas expresiones artísticas y  populares.

Usaba el cabello corto a lo garzón, se ataviaba con bufandas y anchos pantalones mientras fumaba al volante, desafiando todos los cánones de la época, su imagen causó tal impresión, que incluso el pintor Cundo Bermúdez, no descansó hasta inmortalizarla en uno de sus cuadros.

María nació en Guanajay, Pinar del Río, en 1892, llega a La Habana a los quince años con los mismos sueños de cualquier muchacha provinciana, según contara a la revista  Bohemia en 1958, en ese entonces, empieza a hacerse notar en los ambientes acostumbrados por hombres con dinero. Nada inusual en las jóvenes más pobres de la época.

Se dice que la casualidad selló su vida cuando un hombre de buena posición la atropelló, provocándole una lesión de cadera que la haría cojear levemente hasta su muerte, para clamar su perdón, el desesperado joven regaló a María su primer auto. Este hecho fue el comienzo de una pasión por coleccionar automóviles.

Durante su época de magnificencia  desde 1917 a 1934, viajó a Europa y Estados Unidos, llegó a tener cuatro lujosas casas: en Calzada y B, Línea y B, Habana y Compostela y San Miguel entre Belascoaín y Gervasio; poseyó valiosos caballos, así como pieles y joyas de incalculable valor. Pero tal vez su auto más popular fue un descapotable de color rojo con un llamativo sistema de bocinas.

Los automóviles eran su orgullo y el  regalo más preciado con el que sus ”amigos“ como gustaba decir, daban muestras de admiración y respeto, contaba que  uno de ellos llegó a regalarle dos autos en el intervalo de tres días, no habían transcurrido dos semanas cuando se antojó de un tercer coche, por lo cual el enamorado no tardó en responder al deseo de la amada, sabiendo que muchos estaban dispuestos a cumplir sus más grandes caprichos.

En su etapa de grandiosidad por los años 1919, María Calvo, o La Macorina, como se le conocía, hacía que sus admiradores, entre los que se encontraban senadores y señoritos ricos firmaran un cheque en blanco, aunque fuera para verle una pantorrilla. Estas historias y la manera en que encontró su apodo, por la equivocación de un muchacho ebrio, quien la confundía con La Fornarina, una popular artista de la época, marcaron su imagen para siempre.

Los carros  de La Macorina

Su obsesión con los autos fue tal que llegó a tener nueve de los mejores de la época, obsequiados por aquellos a los que nunca quiso mencionar entre los que se encontraba el entonces presidente de la República José Miguel Gómez por el cual tuvo una gran admiración y amistad.

Como ella misma confesara en la mencionada entrevista a la revista Bohemia refiriéndose al Presidente de la República –Él era mi amigo, cuando se vio envuelto en aquel suceso, yo le ofrecí todo mi apoyo, trasladando a sus partidarios, de un lado a otro en mis automóviles.  
 
Su condición de mujer amante de los autos, y la manera en que enamoró a los hombres de su tiempo, hizo que se convirtiera en uno de los personajes típicos de La Charanga de Bejucal y fuera inmortalizada en el poema de Alfonso Carmín y las famosas composiciones musicales de Chávela Vargas, Abelardo Barroso entre otros.

Lejos estaba de imaginar La Macorina, que pasaría a la imaginería popular como una mujer que llevó la vida sobre ruedas, por un camino de aciertos y desaciertos, como suele suceder con aquellos que no se conforman en un mundo lleno de convencionalismos sociales.

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