Participar en la mítica carrera de las 24 Horas de Le Mans es algo deseado por muchísimas marcas, pero lograr un resultado relevante ya es un sueño. Toyota lo intentó en 1998 con el GT-One, con el cual pretendían un buen rendimiento en la carrera de resistencia más famosa del mundo. Sin embargo superó las expectativas y se mantuvo delante durante mucho tiempo hasta que tuvo que abandonar en las postrimerías de carrera. La victoria de ese año fue del Porsche GT1-98.
El propulsor es un V8, ocho cilindros en V, con un desplazamiento de 3.6 litros, biturbo (Garrett), doble árbol de levas en cabeza (DOHC) y cuatro válvulas por cilindro (32 en total). Entrega una potencia de 600 CV a 6 000 rpm y un par motor máximo de 350 Nm, también a 6 000 vueltas.
Transmite al tren trasero por medio de una caja de cambios secuencial, denominada TTE, de seis velocidades. La velocidad máxima de este bólido es de 380 km/h con una aceleración de 0 a 100 km/h en menos de 3.0 segundos. Tanto la velocidad tope como la aceleración son variables de acuerdo a la configuración para cada circuito.
El peso de este súper deportivo no supera la tonelada, exactamente 900 kilogramos, para una magnífica relación peso/potencia de 1.5 kilogramos por cada caballo de fuerza.
Toyota pretendía incursionar en la categoría GT, pero como pueden ver su diseño y especificaciones técnicas lo convirtieron en un prototipo. Después de esta notable actuación la marca japonesa se retiró de las pistas y nunca más ha tenido la oportunidad de ganar la legendaria carrera como en 1998.