
El 10 de agosto de 1628, el buque de guerra sueco más impresionante de todos los tiempos, partía de puerto el Vasa, un verdadero coloso del mar, gigantesco, con decenas de cañones, con más de mil metros cuadrados de velas, casi setenta metros de eslora, más de cincuenta de quilla a punta de palo mayor y más de cien hombres, se hundió a los pocos minutos de salir. ¿Por qué? Un capricho del entonces rey, que pidió añadirle más cañones. Se construyó una estructura muy alta para poder cumplir con tal exigencia y para compensar esa altura, se llenó el fondo del barco con piedras, para darle estabilidad.
Evidentemente esto no fue suficiente, el Vasa se hundió. Comenzó a inundarse por los movimientos del viento y debido a su precaria estabilidad el agua hundió al mastodonte. Solo había navegado unas centenas de metros en su primer viaje, cuando se lo tragó el océano.
El Vasa es el único barco del siglo XVII que se conserva aún en nuestros días, con casi el cien por cien de su estructura original y con una colección de esculturas talladas en él que son todo un museo en sí mismas.
Durmió más de trescientos años en el fondo del mar hasta que en 1961, fue reflotado y colocado en un museo. El barco se recuperó junto con unos catorce mil objetos de su época, entre los que hay setecientas esculturas, por lo que el hallazgo es aun más rico.