El hundimiento de El Faro resultó para los EE.UU. el peor desastre marítimo ocurrido en tres décadas. A pesar de su hábil capitán, la nave no pudo escapar de la tormenta.
El 1ro de octubre de 2015, el barco carguero El Faro, perteneciente a la marina mercante estadounidense, se enfrentó, mientras navegaba por las Islas Bahamas, al huracán Joaquín, uno de los más violentos que la zona había experimentado.
Su capitán, Michael Davidson, pilotaba el buque con 32 navegantes, desde Jacksonville, en Florida, hacia San Juan, Puerto Rico, cargado con 391 contenedores y 294 remolques y automóviles.
Michael, un avezado y respetado capitán de 53 años, casado y con dos hijas, era conocido por su rigurosidad en cuanto a seguridad se trataba. Cualquiera habría imaginado que hubiese podido evitar el impacto del huracán. Pero no fue lo que ocurrió.
RUMBO A SAN JUAN
Davidson había revisado periódicamente los pronósticos meteorológicos previos a la partida, y conocía que una depresión tropical amenazaba el trayecto a la altura de Las Bahamas, y que para un día antes de la partida, se había convertido en una tormenta tropical bautizada como Joaquín.
Dada la situación climatológica, el capitán tenía dos rutas a elegir: la primera, la habitual, enrumbaba océano abierto, en línea recta hacia Puerto Rico; la segunda, más larga, y que un mes antes había tomado para resguardarse del huracán Erika, proporcionaba en la zona de peligro islas que romperían las olas entre el barco y la tormenta.
Davidson optó por la primera. El navío, con sus 41 años de construido, si bien ya estaba por encima del tiempo de vida útil pronosticado, todavía estaba apto para su faena con sus 241 m de eslora, 28 m de manga en flotación y 9,2 de calado, y con sus más de 35 233 toneladas de desplazamiento máximo.
Era un barco rápido, con 20 nudos de velocidad de servicio, y aunque algo oxidado exteriormente, era compacto y pujante, así que Davidson confió en que podrían dejar Las Bahamas atrás antes de que Joaquín irrumpiese en ellas, según lo que indicaban los pronósticos.
El Faro partió de Jacksonville el martes 29 de septiembre a las 8:07pm, como cada martes hacía para cubrir su ruta habitual entre Jacksonville y San Juan, a donde debía llegar el 2 de octubre, viernes…como cada viernes. Seis horas después la tormenta pasó a ser un huracán de categoría 1 y se dirigía hacia Las Bahamas, al igual que lo hacia El Faro.
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Se estima que Michael intentó eludir el temporal navegando hacia el suroeste en vez de hacia el sureste, pero lo cierto es que no hubo forma de evitar al devastador Joaquín; El Faro se encontró peleando contra olas de 30 a 40 pies de altura y vientos de más de 185 km/h, que destrozaban el barco y arrojaban carga por la borda; una batalla contra un demonio transformado, antes de lo previsto, en categoría 4.
Una llamada telefónica del capitán, a las 6:59 am del 1ro de octubre, reportó una hendidura en la segunda cubierta que había inundado tres bodegas y que aparentemente había sido solucionada, así como otros contratiempos.
Siguieron otras llamadas, señales de alerta… todo en medio de una cerrada tormenta que hacía prácticamente imposible cualquier labor de rescate.
Se deduce que apenas unos 40 minutos después del primer mensaje de Davidson, El Faro se hundió junto a su capitán y tripulantes, entre ellos, una mujer.
HA SUCEDIDO LO PEOR
En la mañana de ese 1ro de octubre, la tragedia fue una certeza. El Centro de Coordinación de Rescate de Miami, inició una operación de emergencia y solicitó a los Cazadores de Huracanes de la Reserva de la Fuerza Aérea la localización del navío, pero los pilotos, zarandeados por el temporal, no pudieron descender a menos de 10 mil pies (unos 3000 metros)
Solo al tercer día, cuando Joaquín comenzó a invertir su curso, se abrió espacio para iniciar las tareas masivas de búsqueda.
Siete aviones militares sobrevolaron 30 581 millas cuadradas (49 215 km2) el primer día, en el que detectaron escombros y tres salvavidas, uno de ellos rotulado con el nombre de El Faro.
En los días siguientes, también aparecieron dos balsas salvavidas y el bote salvavidas de estribor de la nave, que flotaba con solo la proa fuera de la superficie. Un nadador de rescate bajó desde un helicóptero para inspeccionar un traje de inmersión color naranja que contenía restos humanos, pero en un estado tan lamentable que fue imposible identificarlos.
Para el quinto día, ya estaba más que confirmado el triste desenlace del mercante. La búsqueda de sobrevivientes continuó dos días más por un área de 180 mil millas cuadradas (289 681 km2).
Esta vez solo se alcanzó a descubrir un par de manchas de aceite, tres salvavidas más y otros tres trajes de inmersión, vacíos, además de una buena cantidad de muñecas que flotaban en un tramo de unas 20 millas (32 km). Ni un solo superviviente.
¿Por qué se hundió El Faro? ¿Habría sido posible evitar su fatídico destino? Pronto.