La singularidad de buques cuyo objeto social se centra en los servicios de salud, la ayuda humanitaria, la solidaridad… tiene su eje central en la historia de los barcos-hospitales. Este tipo de embarcaciones, que destaca entre otros elementos por contar con un “hospital sobre el mar”, surgió casi de manera circunstancial.
Y así –del mismo modo– en la segunda mitad del siglo XIX, en medio del contexto de la Guerra de Secesión, comienza el USS Red Rover (anteriormente abocado a labores comerciales) a prestar servicios de salud, por lo que se transformó en un barco-hospital, y más que eso, en el primer navío de esta modalidad en el mundo.
El buque estadounidense USS Red Rover –usado de forma oficial y continua como “hospital flotante”– en un principio fue diseñado para uso mercantil, contaba con una tripulación de 80 personas, medía 78 m de eslora por 2.5 de calado, y desplazaba alrededor de 660 toneladas a una velocidad máxima de 8 nudos.
Para cuando arribó el año 1862 este navío fue acondicionado para atender heridos, enfermos; transportar medicamentos; y evacuar personal. Sus instalaciones médicas tenían primeros auxilios, un espacio para tratamiento especializado de epidemias, quirófano, salas para las camas de los pacientes, cuartos de baño, ascensor, camarotes para cuarentenas…
El personal médico de la embarcación –una treintena de médicos y enfermeras– bajo las órdenes del capitán McDaniel y el cirujano jefe George H. Bixby, asumía diariamente la atención de cuanto herido o enfermo de cólera (por solo exponer dos ejemplos) requiriera sus servicios.
El USS Red Rover estuvo en servicio hasta 1864, año en que quedó anclado en el puerto de Mound City como “hospital flotante” sin volver a surcar los mares. Pero finalizada ya la contienda –1865– se desmontó su armamento y se vendió en una subasta pública donde un empresario pagó 4 500 USD por su adquisición.
Luego de esto no se conoció más de este buque, pero su accionar no pasó desapercibido a la historia naval (más de 2 mil 400 pacientes fueron atendidos), y en la actualidad una clínica estadounidense expone su nombre como si no se quisiera olvidar a un navío que constituyó –en tiempos de guerra– el primer misionero de los mares.