A Laura Fernández Martín no le gusta el asombro de los demás sobre su profesión, o la euforia. Ella vuela aviones con la misma quietud y la concentración con las que se estudió los libros de Derecho, o con la que gestó y hoy educa a sus 2 bebés. "No es que haya sido fácil, pero se puede".
Nunca estuvo en sus planes ser piloto. Quería ser abogada. Por un embullo de esos que con 17 años te contagian se presentó al chequeo médico, muy riguroso, sin pensar que cumpliría con las aptitudes físicas. Solo cuatro estudiantes de los Camilitos aprobaron, y a 3 se les otorgó.