En Inglaterra, un hombre cuya identidad es reservada, compró una Ferrari 430 Scuderia, pagando por ella el equivalente a 26 000 dólares. Una hora después en una autopista el auto salió disparado, el conductor pudo escapar ileso, y se estrelló en medio de una gran llamarada que la destrozó por completo, solo nos preguntamos si querrá figurar en el libro de los Récords como un perfecto imbécil. Esto ocurrió en julio de 2017.
Otra historia de este estilo la protagonizó en mayo de este mismo año, la top model austriaca Elif Aksu, cuando conducía una Ferrari valorada en medio millón, propiedad de su novio, en Ibiza, drogada y sin licencia, chocó el costosísimo auto contra un camión.
En mayo 2017 una caravana de Ferraris camino a un encuentro de dicha marca en Brasil sorprendió a los transeúntes, en Traslasierra, y el video de su paso se hizo viral en toda Latinoamérica, nada, que las Ferrari nos excitan los sentidos.
Pero acá vamos con el primer lugar al bárbaro más bárbaro, aunque en Argentina le darían otro epíteto, en abril de 2017 en la ciudad argentina de Córdoba una Ferrari roja, la Cavallino Rampante ( el caballo es el símbolo de Ferrari) Berlinetta F12, sorprendió a sus transeúntes, es que no estamos acostumbrados a convivir con las Ferrari en cualquier esquina, esa es la pura verdad, sorprendidos todos le tiraban fotos, es que son muy caras, para mí como mujer es más que subirse en unos zapatos Manolo y con una cartera de Hermes, el que usa esos productos es que llegó a la gloria de la economía ricachona, seguro que sí. Bueno pues, como les decía, el lunes 6 de noviembre 2017 la dichosa Ferrari color fuego murió, simplemente se ahogó, en el río, el muy divino de su dueño, ahogó a su Ferrari valuada en 975 000 dólares, sin haberle enseñado a nadar.
Esta Berlinetta, con 769 caballos de fuerza, y que alcanza 340 km/h, y los 100 km en solo tres segundos, motor V12, pero que no levanta diez centímetros del suelo, literalmente pereció con su motor ahogado en la turbia agua del río San José, de las Sierras de Córdoba, cuando su queridísimo dueño, intentó cruzar el río, inundándola y aclaramos que por más que la arregle, el agua dañará para siempre el muy preciado vehículo.